Profesor Emérito, Universidad de Barcelona
Introducción
La Antártida es un inmenso continente con una superficie de 14 millones de km2, cubierto de una capa de hielo de 2-3 km de espesor en un 98% de su superficie. Hace 28 millones de años se separó de los demás continentes debido a la deriva continental. Su situación en el extremo del hemisferio austral hace que en él se registren las temperaturas más bajas de la Tierra, de hasta -89º C. En la Antártida se encuentra el 90% del hielo glacial terrestre y el 70% de toda el agua dulce que hay en la Tierra.

Dia soleado y de aguas calmas (excepcional) en Bahía Paraíso. Foto M. Ballesteros
Las aguas que rodean a la Antártida son muy frías. En el verano austral (de diciembre a marzo) su temperatura oscila según las zonas entre -1.5 ºC y 3.5 ºC mientras que en el invierno austral (de junio a septiembre) la temperatura va desde -1.8 ºC a 0.5 ºC. Cuando la temperatura del agua del mar baja de -1.8 ºC comienza a congelarse. La salinidad del agua de mar antártica se encuentra entre 33.0-34.0 ‰. Son aguas muy oxigenadas, lo que implica que los organismos gastan menos energía en el transporte de O2 a los órganos y músculos.
A pesar de las características extremas de las aguas antárticas, el buceo allí se ha realizado casi ininterrumpidamente desde los años 70 del siglo pasado, principalmente por buceadores profesionales de las diferentes bases científicas o militares allí establecidas, pero también por investigadores intrépidos. Uno de ellos es Martin Rauschert, un biólogo nacido en la antigua Alemania Oriental y especialista en crustáceos anfípodos. Este investigador, que en la actualidad tiene 89 años de edad, fue uno de los biólogos marinos pioneros en el buceo científico cuando lo comenzó a practicar en los años 80 del siglo pasado, siendo el primer alemán en bucear en la Antártida con escafandra autónoma y en condiciones de material e inclemencias meteorológicas realmente muy duras. Mucho tiempo después Martin Rauschert ha publicado dos libros en lengua alemana con sus experiencias de buceo antárticas (Rauschert, 2013a, b) pero esta información es, desgraciadamente, poco accesible para los lectores no germanos. He tenido la suerte de conocer personalmente a Martin Rauschert y de participar en dos campañas antárticas con él, una en el BIO Hespérides (1994) y otra en el RV Polarstern (2003-2004) donde además compartí camarote con él. Gran experto en fotografía submarina y de laboratorio, también ha publicado un interesante libro sobre el macrozoobentos antártico (Rauschert & Arntz, 2015).

El biólogo alemán Martin Rauschert fotografiando anfípodos con su sistema de macrofotografía.
Mi experiencia personal en el buceo en aguas antárticas se debe a mi participación como científico en las campañas denominadas BENTART (=BENTHOS ANTÁRTICO) realizadas a bordo del BIO Hespérides en los años 1994 y 1995 en los alrededores de las islas Shetland del Sur, en el año 2003 en el mar de Belinghausen y en el 2006 en la isla del Rey Jorge. Ésta última campaña fue la única que se dedicó exclusivamente al buceo.

El BIO Hespérides fondeado en Bahía Las Palmas, justo delante de la base española Juan Carlos I, desde donde se realizó la foto. Foto M. Ballesteros
Para bucear en aguas muy frías es necesario utilizar un traje seco que impida el contacto del agua con el cuerpo y ropa interior térmica (denominada “rata”) que nos proteja del frío exterior.
En los años 90 del pasado siglo el buceo con traje seco no estaba tan generalizado como en la actualidad y se usaba principalmente para trabajos subacuáticos realizados por buzos profesionales. Ninguno de los investigadores con título de buceo que participamos en la primera campaña BENTART (1994) teníamos experiencia en bucear con traje seco. Por este motivo, y dado que el BIO Hespérides es un barco de la Armada española, tuvimos que realizar durante dos semanas un curso de buceo en aguas frías en el Centro de Buceo de la Armada de Cartagena donde, aparte de clases de teoría de buceo que ya sabíamos, hicimos prácticas con trajes de buceo modelo Viking en el pozo de buceo, en un tanque presurizado con agua helada, y en el mar. En este minicurso de buceo en aguas frías aprendimos lo engorroso que era bucear con ese tipo de trajes secos y, lo más importante, lo que había que hacer para no sufrir el proceso de “aboyamiento” …

A la izquierda, el autor equipado con el traje Viking a punto de entrar en la cámara presurizada con agua helada. A la derecha recibiendo el diploma de Especialista en buceo de aguas frías del director del Centro de Buceo de la Armada
El material de buceo
Para bucear en aguas muy frías se necesita utilizar un traje seco de volumen variable, ropa térmica interna (“rata”), guantes secos, máscara AGA integral o convencional, regulador anticongelación y mucho lastre. En las dos primeras campañas con el BIO HESPÉRIDES (1994 y 1995) se utilizó material de buceo del Centro de Buceo de la Armada y los trajes utilizados fueron de la famosa marca Viking, de lona y forro flexible de poliéster; este tipo de trajes secos están orientados para su uso en el buceo profesional comercial. Las máscaras que utilizamos en estas campañas fueron máscaras integrales tipo AGA.
En las dos campañas siguientes (2003 y 2006), los tres científicos buceadores (José Antonio Moya, de la Universidad de Alicante, Javier Cristobo de la Estación de Biología Marina de A Graña y yo mismo, de la Universidad de Barcelona) utilizamos trajes secos de neopreno confeccionados a medida, exactamente un Tecnomar-Pro, en neopreno prensado de 6 mm, un Squalus de neopreno de 8 mm y un Poseidon de 8 mm, y guantes secos de látex con forro interior. Se usaron reguladores dobles de la marca Apeks 200, máscara convencional de buceo y chalecos hidrostáticos Omer Tecno 2000 y Cressi Sub con lastre incorporado.
El resultado del buceo en estas dos últimas campañas fue excelente y, comparado con los resultados de las campañas BENTART 94 y 95 y con el equipo usado por el buzo militar de apoyo, concluimos que para futuros trabajos de buceo en aguas antárticas, éste era el tipo de equipo a emplear, fundamentalmente porque pudimos trabajar con comodidad y seguridad y nos permitió permanencias superiores a los 60 minutos bajo el agua, haciendo mucho más rentable el trabajo de muestreo, fotografiado o filmación submarinas.
Para fotografía submarina en la campaña del 2006 utilizamos una cámara compacta Olympus SP-350 AF zoom 8-24 mm 1:2.8-4.9 de 8 megapixels y flash interno con una carcasa submarina Olympus PT-030 y una cámara réflex Nikon 801 con una caja estanca Aquatica 80 y un flash Nikon SB 105. Para iluminar las inmersiones se utilizaron un iluminador Subaqua G1905 de 3 leds de luz blanca y un foco Mangrove de luz blanca.
Para las actividades de buceo la Armada española puso a nuestra disposición una Zodiac de casco rígido y dos militares, uno que manejaba la embarcación y otro con titulación de buceo profesional que nos acompañaba en las inmersiones.

El traje seco Squalus y la rata térmica utilizada por el autor en las inmersiones en agua de la Antártida. A la derecha el equipo de buceadores de la campaña BENTART 2006, de izquierda a derecha: Manuel Ballesteros, José Antonio Moya y Javier Cristobo equipados antes de una inmersión en las inmediaciones de los Fuelles de Neptuno, Bahía Foster, isla Decepción.
Las inmersiones
Cuando participé en 1994 en la primera expedición científica BENTART me consideraba un buceador experimentado, con casi 20 años de buceo y unas 1.000 inmersiones realizadas, la mayoría de ellas en el Mediterráneo y en áreas tropicales. Sin embargo las inmersiones en aguas antárticas supusieron para mi toda una serie de retos a los que no me había enfrentado antes: uso de traje seco, máscara integral AGA, lastre excesivo (en mi caso 18 kg de plomos), aguas con muy escasa visibilidad, inclemencias climatológicas, compañeros de buceo no habituales… No obstante todos estos retos fueron superados y por suerte no tuve ninguna incidencia destacable en las inmersiones.
En total he realizado 19 inmersiones en aguas antárticas, pueden parecer pocas, realizadas en 4 expediciones BENTART en un intervalo de 12 años (1994-2006) pero hay que tener en cuenta que en estas expediciones, exceptuando la última del 2006, el objetivo principal de las campañas no era el buceo sino el muestreo del bentos profundo mediante diferentes artes de arrastre. Además, eramos 7-8 científicos para bucear y había que hacer turnos y en los escasos días de las campañas que se realizaban cerca de la costa, a menudo la climatología no permitía el buceo.
En muchos documentales submarinos de aguas polares aparecen imágenes espectaculares con aguas cristalinas y visibilidades de 20-30 m o más. Yo no he tenido la suerte de bucear en estas condiciones. La mayoría de mis inmersiones en la Antártida fueron en zonas fuertemente afectadas por bloques de hielo desprendidos de glaciares cercanos que aportaban a las aguas sedimentos muy finos por lo que el agua era en muchos casos de aspecto lechoso y de muy escasa visibilidad.

Camino del sitio de buceo a bordo de la Zodiac de la Armada.
El autor equipado en la proa de la embarcación
De todas las campañas de investigación que he realizado en mi vida activa he escrito un diario de campaña anotando numerosos datos, especialmente de los principales hallazgos zoológicos, las diversas actividades realizadas, incidencias y experiencias personales. También llevé un diario de inmersiones, de las cuales y haciendo una selección de las más representativas, a continuación reproduzco algunos párrafos de las realizadas en aguas antárticas.
*El miércoles día 9 de febrero de 1994 efectué mi primera inmersión en aguas antárticas. Fue en el extremo N de la bahía de Las Palmas, cerca de la base española Juan Carlos I. El día era gris, pero el mar estaba en calma a primera hora de la tarde (16 h). El equipado con el traje Viking no tuvo ninguna incidencia. El aspecto del agua era lechoso, posiblemente debido a la influencia de los glaciales cercanos. Mi primer contacto con el agua fría (1.5 grados centígrados) no fue traumático, sin embargo, tuve problemas con el lastre: 10 kg tal y como suponía resultaron ser escasos y no pude hundirme al vaciar totalmente el aire del traje. Lo intenté varias veces sin suerte. José Antonio Moya ya se había sumergido y estaba abajo filmando, como también Jesús Truque, el buzo militar del Hespérides. Al cabo de 10 minutos en el agua, tras intentos vanos para hundirme, decido coger el escandallo de la zodiac como lastre y de esta forma comienzo a bajar cuando ya casi perdía la esperanza de bucear. Llego al fondo y lo primero que hago es llenar con piedras la bolsa de malla que llevo. La visibilidad es de 1-2 metros. Veo muchas algas de gran tamaño y piedras (cantos rodados sueltos). Se ve poca fauna: lapas antárticas (Nacella concinna), estrellas, esponjas incrustantes. cojo todo lo que puedo en la bolsa de malla, que por cierto es un engorro para meter cosas, pues su sistema de cierre es muy incómodo. Buceo sólo puesto que Moya está filmando y se me ha perdido y Jesús ha tenido problemas en el oído al compensar y ha tenido que salir. No tengo frío ni estoy agobiado por el equipo. Sólo siento que la punta de los dedos las tengo cada vez más insensibles. Al final de la inmersión Moya me encuentra y hacemos los últimos minutos juntos. Ha sido una experiencia interesante. Total: 17 minutos a 13-15 metros de profundidad y unos 10 minutos en superficie.

Preparativos para el buceo bajo el iceberg dentro del círculo polar antártico. Foto de José Antonio Moya
*Hoy miércoles 23 de febrero de 1994 he buceado dentro del Círculo Polar Antártico. Buceamos José Antonio Moya, Paco Sanmartín y yo en un pequeño iceberg que tiene como una piscina en su interior, donde ancla la Zodiac. Las aguas son cristalinas; la parte sumergida del iceberg es redondeada, de suaves formas y con pequeñas concavidades en su superficie. Debajo del iceberg, la oscuridad, pues el fondo está a más de 100 metros. Moya va filmando. El paisaje es alucinante. No tengo sensación de frío ni en las manos, pues antes de salir del barco he metido las manos durante un buen rato en agua caliente para que reaccionen y parece que funciona el invento. Moya sigue filmando. Me meto en una pequeña cueva excavada en el témpano. Es una inmersión relajante pues la única preocupación es mantener constante la flotabilidad ante la ausencia de fondo. Los 10 minutos de la inmersión compensan con creces todo el ajetreo que conlleva el buceo con traje seco. Antes de salir del témpano acude otra Zodiac con buceadores, se abarloa a nosotros y le cedemos el fondeo. La vuelta al Hespérides es laboriosa pues el viento ha hecho entrar en la zona numerosos y pequeños témpanos de hielo que impiden el paso por muchas zonas del mar. Algunos de estos témpanos están ocupados por lobos marinos o focas leopardo, que están indolentes dormitando; en la superficie de estos témpanos se ven huellas de sangrientos festines gastronómicos.

Foca leopardo (Hydrurga leptonyx) descansando en un pequeño témpano de hielo después de un festín. Foto M. Ballesteros
*Dia 19 de enero de 1995. 7 de la mañana. Nos tiramos al agua en el islote Rochelia, al SO de la Bahía Las Palmas. El mar en esta zona está relativamente plano por la protección que hace el islote. El agua está extremadamente turbia y tiene aspecto lechoso debido al efecto del Glaciar Contell que desemboca en el mar a escasamente 100 metros de distancia. Vamos bajando, 5, 8, 10, 13 metros y el fondo aparece repentinamente a 16 metros de profundidad. El sustrato rocoso está oculto por los talos del alga Desmarestia menzienzi, que forma un bosque extremadamente tupido. La altura de los talos del alga obliga a meterse de cabeza en este bosque y hurgar para encontrar el sustrato de piedras, donde está oscuro como en una noche cerrada. José Carlos comienza a efectuar las fotos seriadas del transecto para el análisis de imágenes ulterior que permitirá determinar la estructura de la comunidad y la abundancia relativa de sus componentes animales y vegetales. Yo voy cogiendo en la bolsa de malla una muestra cualitativa de todo lo que veo, algas y animales. Constantemente José Carlos y yo nos vigilamos para no perdernos, pues la visibilidad es de escasamente 1,5 metros. A la mitad de la inmersión noto cómo algo de agua me está mojando las camisetas interiores; no es una sensación muy molesta, pero temo que la entrada de agua vaya a más. Además, la máscara AGA no la llevo correctamente colocada pues me oprime la barbilla; no se trata de un gran problema, pero voy algo incómodo. Compruebo periódicamente las válvulas del traje seco; he recogido unas cuantas piedras del fondo con epibiontes y temo no poder elevarme por el peso (llevo además 18 kg de plomos) al finalizar la inmersión. En algunos momentos de la inmersión me pregunto qué hago yo buceando en un sitio como éste a 13.000 km de casa, con agua a 0º C, sin visibilidad y poniendo en riesgo mi vida por un puñado de invertebrados y una posible publicación científica. Pienso que no estoy muy cuerdo.

Bahía Las Palmas con el islote Rochelia (lugar de la inmersión), el glaciar Contell y el BIO Hespérides fondeado. Fotografía realizada desde un promontorio junto a la base Juan Carlos I. Foto M. Ballesteros.
*24 de enero de 2003. La inmersión se hace en el grupo de islotes llamado Grupo Inútil, algo al S y en el margen oeste del canal Lautaro o Argentino, donde existe una colonia de pingüinos papúa. La Zodiac lanza el ancla muy cerca de un témpano con un fondo a unos 6 metros. La primera impresión de bucear bajo un iceberg es impactante, hay unos 5 m de visibilidad y la imagen sumergida del témpano impresiona pues está apoyado en el fondo por sólo un saliente cónico y pienso que si se volteara en ese momento me aprisionaría contra el fondo. La comunidad del fondo es bastante pobre: piedras angulosas de diferentes tamaños con algas rodofíceas y algunas del género Himanthotalus y millares de Nacella concinna algunas de ellas con algas encima. Debajo de las piedras hay esponjas incrustantes, algunos poliplacóforos, gasterópodos blancos sobre las algas (Margarella refulgens), anémonas de color rosado, algunas ascidias individuales (Cnemidocarpa verrucosa), un par de isópodos (Glyptonotus antarticus) en cópula, un par de peces debajo de las piedras, como también numerosos gusanos nemertinos (Parborlasia corrugatus), muchas estrellas de mar como Odontaster validus, alguna Perknaster y Lissasterias y poca cosa más. Me encuentro sólo buceando a 10 metros de profundidad. Juan Pedro, el buzo militar, se despidió hace ya bastantes minutos y José Antonio Moya está perdido filmando el témpano, ya llevo casi 45 minutos buceando y no tengo frío. Volviendo hacia aguas someras me encuentro con José Antonio quien me dice que me filmará mientras yo voy dando una vuelta alrededor del témpano. A los 58 minutos, ambos nos adivinamos la intención y decidimos esperar a que nuestros Aladin nos indiquen una hora de inmersión, que pasará a nuestros anales de buceo antártico. Lo hemos conseguido y seguimos sin frío… Antes de subir a la Zodiac “disfruto” jugando y subiéndome a un saliente del témpano donde se encuentra la zodiac mientras el comandante médico del Hespérides nos hace fotos al cabo Hucha y a mí…

Después de la inmersión en los islotes Grupo Inútil, el autor y el cabo Hucha.
*El miércoles 5 de febrero de 2003 José Antonio Moya y yo buceamos en el Cabo Ingrid, al oeste de la isla Pedro I. El día gris como siempre, mar algo movido, más bien mar de fondo y temperatura ambiental de 1,5º C, más o menos como el agua. Los preparativos de la inmersión son lentos, principalmente por la bajada de las Zodiac desde el Hespérides (al final dos, en una de ellas los buceadores y en otra Ana Ramos, el comandante médico y el brigada buceador de reserva). José Antonio y yo nos equipamos sin problemas, Ana nos ayuda con los guantes secos, pero Juan Pedro, el sargento buceador tiene algunos problemas en equiparse. Me pongo los guantes de Thinsulate debajo de los secos y me encuentro a gusto con ellos, aunque en la muñeca derecha me aprietan demasiado, pero pienso que se me pasara esta sensación. Hay unos 5 minutos de navegación en Zodiac hasta llegar al acantilado del Cabo Ingrid, pasamos antes por la zona de “brass” (placas de hielo dispersas que aparecen cuando el agua de mar se empieza a congelar). Se echa el ancla a unos 20 m del acantilado, donde suponemos que hay unos 10-15 m de profundidad. El agua se ve lechosa, como en campañas anteriores. José Antonio y yo no tenemos problemas en acabarnos de equipar (plomos, aletas, máscara, botellas), pero Juan Pedro, el sargento buceador va retrasado y le tienen que ayudar sus compañeros, tiene problemas con la válvula de admisión del traje seco, luego con una junta tórica de la botella, luego con la capucha de neopreno, le tienen que poner las aletas entre dos, parece bastante novato. Mientras tanto José Antonio no duda en tirarse al agua y decir que nos espera abajo. El sargento buceador y yo nos tiramos después y como me imaginaba yo no me hundo con 16 kg, de modo que pido desde el agua que me pongan otra pastilla de plomos; Juan Pedro tiene problemas con el cinturón de plomos, que casi se le cae, de modo que no espero más y me lanzo hacia abajo siguiendo el cabo del ancla. El agua está bastante movida, la visibilidad es casi nula pero sigo hasta abajo sin dudar, donde ya veo subir las burbujas de la botella de José Antonio. Llego al fondo y el mar está más movido todavía ya que estamos bajo la influencia del agua al chocar con la base del acantilado. José Antonio está filmando (¿qué bichos en estas condiciones?) y yo me pongo a recolectar en la bolsa de malla algas Desmarestia que no paran de moverse ondulantemente dificultando la visión, localizo masas de esponjas de la familia Axinellidae, que también recolecto, como también ejemplares de Nacella concinna. Observo otras esponjas incrustantes pero veo dificultoso su recolección y desisto de ello; el traje se está portando perfectamente e incluso no tengo frío en las manos…¡no me lo puedo creer!, si no fuera por el estado del mar creo que podría estar una hora buceando… Tengo la bolsa de muestreo casi llena y he perdido a José Antonio por lo que decido buscarlo dando una vuelta a la piedra donde esta el ancla, no quiero alejarme mucho puesto que estamos muy cerca del acantilado y bajo el efecto de las olas de fondo, no quiero morir aplastado por una ola contra el acantilado… Encuentro a José Antonio, que ha dejado la cámara de vídeo y va cogiendo cosas y poniéndolas dentro del cubo que hemos bajado; al cabo de unos minutos aparece por fin el cabo Juan Pedro, cuando casi la inmersión ha acabado y José Antonio y yo decidimos subir. Yo he estado 15 minutos en el agua y Jose Antonio 22. Subo el último a la Zodiac y me permito el “lujo” de estar flotando unos minutos en el agua disfrutando del agreste paisaje de hielo y acantilados…

Inicio de la inmersión en la isla del Pedro I, el autor en el agua.

Base chilena Escudero (centro abajo) en Bahía Fildes, isla del Rey Jorge (Shetland del Sur). Foto M. Ballesteros.
*Sábado 7 de enero 2006, Caleta Balleneros, Isla Decepción. 30 minutos, 6 metros profundidad máxima. Buceamos José Antonio Moya, Javier Cristobo y yo. La inmersión fue algo desastrosa por mi parte ya que, debido al deficiente equilibrado con plomos, a la escasa profundidad y visibilidad (más o menos medio metro) los pies tenían tendencia a subir por encima del centro de gravedad y el esfuerzo en mantenerlos debajo me produjo cansancio en los músculos posteriores de las piernas. No obstante, comprobé como el traje de neopreno Squalus de 8 mm hecho a mi medida y la “rata” térmica interna personal funcionan a las mil maravillas: no pasé frío ni en el cuerpo ni en las manos, en la cara con la máscara convencional de buceo el frío era soportable, lo que se impone es lastrarse los tobillos con un kg de plomo para evitar este problema. El fondo, de arena fina volcánica, fango y millares de erizos de mar (Sterechinus neumayeri), ofiuras (Ophionotus victoriae), restos de huesos de ballena y a partir de 4-5 metros muchas estrellas de mar (Odontaster validus), frecuentemente en grupos. A menos profundidad, restos de algas con Nacella concinna.

La estrella Odontaster validus, una especie frecuente de observar en todas las inmersiones. Foto M. Ballesteros
*Sábado 4 Febrero de 2006, Bahía Fildes de la isla del Rey Jorge, zona N del islote Becerra, 23 m profundidad, 51 minutos. Buceo con Javier Cristobo. Día soleado y con ligero viento, mar casi plana. Bajamos por la cuerda del ancla de la Zodiac, que está fondeada a unos 9 m de profundidad; la visibilidad es de unos 3-4 metros, relativamente buena dadas las circunstancias de la estación del año en que nos encontramos. En los primeros 5-6 metros de agua, las rocas tienen muy poca cobertura algal, principalmente de algas calcáreas duras incrustantes con lapas antártica (Nacella concinna) y abundantes erizos de mar (Sterechinus neumayeri) cubiertos de restos de algas, probablemente del género Desmarestia. También algunas estrellas amarillas pequeñas. Más abajo (7-8 m), el fondo comienza a inclinarse y a tomar profundidad y aparecen los talos inmensos del alga laminarial Himantothalus grandifolius que descansando sobre la roca y siguiendo la línea de máxima pendiente, cubrian casi totalmente el sustrato rocoso. A 13-15 metros el fondo casi cae verticalmente hasta –23 m, donde ya comienza a verse el fondo fangoso sin algas. En superficie he cometido la equivocación de sacarme todo el aire del traje seco y al ir bajando, el neopreno se me ha ido aplacando al mono térmico interior, al igual que los guantes, de modo que me siento muy oprimido en la máxima profundidad, una sensación de opresión casi inaguantable. Al llegar a 23 m de profundidad Cristobo y yo nos hacemos la señas de parar y comenzar a subir haciendo fotos. Apartando los talos de Himantothalus se observan ascidias individuales (Cnemidiocarpa verrucosa), numerosas estrellas amarillas (¿Lissasterias?), las dos especies de estrellas Odontaster validus y O. meridionalis, un par de ejemplares de una estrella grande de brazos gruesos, las numerosísimas lapas Nacella concinna de siempre, como también del caracol blanco Margarella refulgens, un par de nudibranquios blancos (Doris kerguelenensis) y un pequeño nudibranquio dendronotáceo de tubérculos blanquecinos (Cumon granulosa), también la esponja de ósculos salientes amarillos (Sphaerotylus antarcticus), numerosos erizos (Sterechinus neumayeri) con su caparazón y púas cubiertos de sedimento. Debajo de piedras, esponjas incrustantes, tunicados individuales y coloniales, poliquetos y briozoos. Al ir subiendo, la sensación de opresión del traje y guantes va disminuyendo, pero hoy estoy teniendo bastante frío, supongo debido a la ausencia de capa con aire entre traje y mono térmico, hay que aprender de los errores.

Islote Becerra (o Albatros), lugar principal de las inmersiones de la campaña del 2006, situado a escasa distancia de la playa de Bahía Fildes. Foto M. Ballesteros
*11 de febrero de 2006. Bahía Fildes de la isla del Rey Jorge, Isla Albatros, lugar habitual, 50 minutos de inmersión aproximadamente, profundidad máxima 20 metros. Climatología adversa por viento racheado y cayendo aguanieve. Tenemos problemas para fondear por culpa del viento y la corriente, que nos echa hacia las rocas. Buceamos José Antonio Moya, Javier Cristobo y yo. Al tirarme al agua compruebo cómo el Aladin no da señales de vida, pero no es grave porque ya conocemos el fondo y no vamos a estar mucho tiempo a la máxima profundidad. Antes José Antonio ya se ha tirado y se ha ido al fondo a filmar. Notamos que el agua ha vuelto a enturbiarse y está como en los días anteriores, visibilidad de 2-3 m. Al bajar, Cristobo y yo volvemos a encontrar al crinoideo (Promachocrinus kerguelenensis) de hace dos días, le volvemos a hacer fotos y lo levantamos para obligarlo a nadar y hacerle fotos de nuevo nadando moviendo sus brazos. También fotografío un ejemplar de buena talla del gasterópodo Marseniopsis mollis de color amarillo. En el fondo se ven muchos erizos, anémonas de gran talla (Utricinopsis antarctica) se ven sifones del bivalvo Laternula elliptica que vive enterrado en el sedimento, ofiuras también en el sedimento fangoso (Ophionotus victoriae), estrellas de mar, una colonia de antozoo pennatuláceo de tipo Virgularia, nemertinos grandes (Parborlasia corrugatus). Subiendo ya por las rocas, observo una pequeña colonia de salpas (Salpa thompsoni) que fotografío también, comienzo a levantar piedras y fotografío la fauna infralapidícola, compuesta principalmente de braquiópodos, tunicados coloniales, briozoos, esponjas e isópodos. A media inmersión noto cómo tengo frialdad en las rodillas, como si me hubiera entrado agua, al poco tiempo comienzo a sentir agua por diversas partes del cuerpo y a notar algo de frío, las manos están como siempre, con frío pero soportable en la punta de los dedos. El frío no va a más, supongo debido al efecto de aislamiento de mi traje interior, pero me siento incómodo por ello, es una sensación nueva para mí. A pesar de todo sigo haciendo fotos de erizos, algas, invertebrados infralapidícolas, anémonas… Cuando Cristobo me señala que acabó el carrete de su cámara réflex analógica le indico para subir a superficie. He hecho casi 70 fotografías…

La anémona Utricinopsis antarctica, de gran talla y frecuente entre 10-20 m en los fondos del islote Becerra. Foto M. Ballesteros
Conclusiones
Bucear en aguas heladas es perfectamente factible si se utiliza el material de buceo adecuado. No hay que olvidar nunca que el agua está cerca del punto de congelación y que cualquier entrada de agua en el traje puede ser fatal si no se consigue salir del agua en pocos minutos. El equipo de apoyo en la superficie es vital para facilitar la inmersión y solventar cualquier incidencia que ocurra. Nunca olvidaré mis inmersiones en la Antártida como mis experiencias de buceo científico más extremas y espectaculares.
Agradecimientos
José Antonio Moya y Javier Cristobo han sido mis principales compañeros de buceo en las campañas BENTART, de ellos aprendí mucho y estoy especialmente agradecido por el compañerismo que se creó entre nosotros y que a día de hoy continúa a pesar del tiempo que ha pasado y de la distancia física que nos separa. También estoy muy agradecido a los estamentos militares del Hespérides, tanto los del propio buque como los de apoyo en las Zodiac que facilitaron las labores de buceo. Un recuerdo especial a los científicos que hicieron la mini “mili” de buceo en el Centro de Buceo de la Armada en Cartagena y a todos los científicos de las campañas BENTART. El jefe y los integrantes de la base antártica chilena Escudero nos trataron de manera exquisita en la campaña del 2006, nos facilitaron las labores de buceo y nos proporcionaron el espacio para el laboratorio que nuestro equipo improvisó en su base. Finalmente a la Dra. Ana Ramos, “alma” y jefa de las campañas BENTART, sin ella éstas expediciones no hubieran existido.
Algunos invertebrados fotografiados durante las inmersiones del 2006. De izquierda a derecha y de arriba abajo: estrellas del género Lissasterias, el nudibranquio Doris kerguelenensis, el erizo de mar Sterechinus neumayeri, el crinoideo Promachocrinus kerguelenensis en plena fase de natación, la lapa antártica Nacella concinna, la ascidia individual Cnemidiocarpa verrucosa, picnogónido sobre el alga Himantothalus, el nemertino gigante Parborlasia corrugatus. Fotos M. Ballesteros.
Bibliografía
Las referencias que siguen a continuación, algunas citadas en el texto, son sólo una pequeña muestra de la bibliografía escrita sobre el buceo antártico, su fauna y flora, viajes o las características ambientales de la Antártida.
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