La Corriente del Golfo (en inglés Atlantic Meridional Overturning Circulation ó AMOC) ha controlado el clima del norte de Europa desde hace miles de años. Funciona transportando el agua superficial cálida y con salinidad alta desde el trópico hacia el norte de Europa donde, al enfriarse, desciende a aguas profundas y emprende el camino de vuelta hacia el sur. Se calcula que esta circulación mueve casi 20 millones de metros cúbicos de agua por segundo, casi cien veces el flujo del Amazonas.

La corriente del Golfo y su efecto sobre el clima en el Atlántico. Origen: NOAA
El norte de Europa es una anomalía climática en sí misma. En ningún otro lugar del mundo existen condiciones tan adecuadas para la supervivencia humana en latitudes tan altas. Cuando Jacques Cartier exploró el Labrador (hoy Canadá) en 1534, lo encontró tan desolado que lo llamó «la tierra que Dios dió a Caín» (para castigarlo por matar a Abel) pese a que, por latitud, estaba apenas un poco más al norte de su Bretaña natal. Los oceanógrafos tardarían siglos en darse cuenta de que la diferencia era provocada por la Corriente del Golfo, que proporcionaba a la costa atlántica de Francia, junto a Gran Bretaña y Escandinavia, una protección contra los duros inviernos árticos. Su efecto directo sobre el clima europeo en la actualidad es innegable: el norte de Europa no sufre los mismos rigores invernales que el norte de América o Rusia.
En un estudio publicado recientemente Caesar et al. (2021) analizan el estado de la Corriente del Golfo mediante diferentes métodos y comparan los datos obtenidos en la actualidad con las variaciones acaecidas en épocas pasadas.
Las mediciones directas de la fuerza de las corrientes marinas son una técnica reciente. Se utilizan satélites, boyas y mareógrafos para medir in situ los cambios tanto de temperatura, velocidad de corriente e incluso salinidad. Sin embargo, para estudiar el clima en un pasado más remoto se deben utilizar métodos indirectos.
Por ejemplo, uno de los métodos (proxies) que se utilizan para estudiar las corrientes marinas profundas es el análisis de muestras del fondo marino (testigos de sedimento) en los que se pueden estudiar el tamaño del grano del sedimento, ya que permite inferir la velocidad de las corrientes.
Otra forma indirecta para saber qué ha ido cambiando con el tiempo es observar lo que ha pasado en la superficie, p.e. en el mar del Labrador se han hecho muchos estudios de foraminíferos (unos microorganismos del plancton con concha de carbonato cálcico) transportados por los icebergs. Los fósiles de foraminíferos son muy útiles porque nos permiten saber la temperatura del agua y su salinidad, ya que sus conchas tienen distintas concentraciones de elementos en función de la temperatura y la salinidad del agua en la que vivían. Comparando los datos obtenidos del análisis de esos fósiles con las de sus descendientes de la actualidad se pueden determinar épocas de mayor enfriamiento pero también épocas con el agua más cálida y salina.
Los datos proporcionados por los «testigos de hielo» o «núcleos de hielo», en los que se mide la concentración de ácido metasulfónico para estimar los cambios de productividad del medio también son muy útiles para estimar el clima del pasado.
También se pueden analizar los anillos de los árboles para inferir la temperatura y la pluviometría terrestre de la época en que el árbol creció, o el grosor de las capas de los corales constructores de arrecifes, lógicamente solo en las zonas donde estos corales pueden crecer, ya que su crecimiento y proliferación está muy ligado a la temperatura del agua. También se pueden utilizar los cuadernos de bitácora de los barcos, llenos de datos históricos que pueden contribuir a la imagen del conjunto.
Cada método de medición indirecta por separado tiene lagunas e inconvenientes suficientes como para no dar resultados fiables por si solo, complicandose el panorama por otros factores externos.
Caesar et al. (2021) integraron en su estudio tres tipos de datos obtenidos mediante los diferentes métodos (patrones de temperatura del Océano Atlántico, las propiedades de aguas sub-superficiales y los tamaños de grano de los sedimentos obtenidos en aguas profundas) y los resultados son estadísticamente relevantes y muy reveladores: parece que en estos momentos la Corriente del Golfo es la más débil de los últimos 1.600 años.
Algunas de las causas de este debilitamiento de la Corriente del Golfo parece que tienen que ver con el cambio climático. El Mar de Beaufort, que es el depósito de agua dulce más grande del océano Ártico, ha aumentado su contenido de agua dulce en un 40% durante las últimas dos décadas por la creciente fusión del hielo polar. Groenlandia sufre desde 2019 un deshielo sin precedentes en la historia conocida, reduciendo enormemente la cantidad de hielo retenido en sus inmensos glaciares, que acaban en forma de agua dulce en el mar. Pese al aparente aumento de temperatura del agua de mar en todo el planeta, parece ser que esta inmensa cantidad de agua dulce está llegando al mar y reduciendo la salinidad y la temperatura en amplias zonas del Atlántico norte, interfiriendo con el mecanismo termohalino que mantiene la corriente del Golfo en movimiento.

Burbuja de agua fria en el Atlántico Norte – NASA / NOAA
Los cambios de la dinámica oceánica tiene consecuencias directas en nuestra economía y en nuestra alimentación porque afecta a algunos de los caladeros de pesca más importantes. También provoca cambios en la atmósfera, todos somos conscientes que últimamente se producen huracanes más intensos pero también tormentas de invierno más intensas. Estos eventos se están polarizando.
El trabajo de Caesar el al. (2021) analiza también si este debilitamiento es una caída puntual o bien se trata de un cambio de dinámica que indique que en el futuro esta corriente puede tender a desaparecer.
Si la Corriente del Golfo se detiene, Europa sufrirá inviernos mucho más rigurosos, mientras que la costa este de América se inundará con mayor frecuencia y facilidad debido a la acumulación del agua que actualmente se desplaza hacia el norte. Y esto es solo el principio.
Referencias
- Caesar, L., Rahmstorf, S., Robinson, A., Feulner, G. & Saba, V. (2018) Observed fingerprint of a weakening Atlantic Ocean overturning circulation. Nature 556: 191–196. https://doi.org/10.1038/s41586-018-0006-5
- Caesar, L., McCarthy, G.D., Thornalley, D.J.R., Cahill, N. & Rahmstorf, S. (2021) Current Atlantic Meridional Overturning Circulation weakest in last millennium. Nature Geoscience. https://doi.org/10.1038/s41561-021-00699-z
- Keil, P., Mauritsen, T., Jungclaus, J., Hedemann, C., Olonscheck, D. & Ghosh, R. (2020) Multiple drivers of the North Atlantic warming hole. Nature Climate Change 10: 667–671. https://doi.org/10.1038/s41558-020-0819-8
- McCarthy, G. D., Brown, P. J., Flagg, C. N., Goni, G., Houpert, L., Hughes, C. W., Hummels, R., Inall, M., Jochumsen, K., Larsen, K. M. H., Lherminier, P., Meinen, C. S., Moat, B. I., Rayner, D., Rhein, M., Roessler, A., Schmid, C., Smeed, D. A. (2019). Sustainable observations of the AMOC: Methodology and Technology. Reviews of Geophysics, 57. https://doi.org/10.1029/2019RG000654
- Zhu, C. & Liu, Z. (2020) Weakening Atlantic overturning circulation causes South Atlantic salinity pile-up. Nature Climate Change 10: 998–1003. https://doi.org/10.1038/s41558-020-0897-7
Enlaces
Citar este artículo como:
Pontes, M. (2021) "La Corriente del Golfo se debilita," en VIMAR-Vida Marina, publicado el 06/03/2021, accedido el 28/05/2023 en (https://vidamarina.info/?p=3229).